El domesticador de rayos

Aunque el calor va dejando patente la llegada del estío, aún en Filadelfia continúan las lluvias en pleno mes de junio. Hoy, hace 271 años, hubo tormenta en Filadelfia. Una de las más importantes que se recuerdan.

Benjamin Franklin, político, inventor, polímata y uno de los padres fundadores de los Estados Unidos de América, estaba en Filadelfia el 15 de junio de 1752, arreciaba tormenta y tenía una oportunidad para desafiar a la naturaleza. Franklin pensaba que podía valerse del poder eléctrico de los rayos a su favor.

Así, volando una cometa con un alambre atada con una cuerda mojada en cuyo extremo final había una llave metálica y un condensador primitivo (una botella de Leyden) consiguió capturar un rayo, usando la llave como atractor. Pensó que si el rayo salía de las nubes y en su camino a la tierra encontraba un conducto metálico en el que meterse, se quedaría allí, sin ninguna trayectoria que recorrer. Cuenta la Historia que Franklin, valeroso, acercó su nudillo a la llave cargada y, sin llegar a tocarla, la carga negativa de la llave fue atraída por la carga positiva en su mano, generando una chispa evidente. Ahora podía alejar los rayos, atraerlos hacia zonas sin peligro y, domesticando los rayos, la humanidad dejó de tener miedo a las tormentas.

Hoy, en lugar de cometas, vemos puntas metálicas en los vértices de catedrales y rascacielos que no son sino cebos para rayos (“pararrayos”). Algunos pararrayos son famosos por su grandiosidad, colosales protectores de megaurbes, como la Torre Eiffel. Y hoy, todos ellos celebran su cumpleaños.

«Benjamin Franklin Drawing Electricity from the Sky» (Benjamin West, c. 1816) Philadellphia Museum of Art

Esta entrada forma parte de #Polivulgadores de Café Hypatia en su edición de junio de 2023. En esta ocasión polivulgamos sobre #PVefemeride

Acerca de Miguel Ángel Martín

Amante de la Divulgación Científica en general y de la Biomedicina y la Astronomía en particular. La Ciencia y su divulgación me han atraído desde muy joven. Admiro leer todo lo que cae en mis manos (libros, blogs, artículos,…) y aspiro a aportar mi granito de arena a la causa divulgativa. La Ciencia y los científicos constituyen una auténtica Atlántida, una civilización subterránea llena de tesoros de incalculable valor. La Divulgación y los divulgadores excavan y tratan de aflorar esos tesoros a la superficie para el conocimiento, gozo y disfrute del resto de mortales. Siempre me gusta tener a mano mi pico y mi pala.
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