El florecimiento es primavera, es renacer. El florecimiento es la vuelta de Deméter a la tierra. Pero esa vuelta siempre viene precedida del oscurantismo frío, del invierno en el que las ideas difícilmente fructifican. Sin embargo, el agua y la espera traen inexorablemente la vida, con el renacer de las flores del conocimiento.
Algo así debió sentir Galileo Galilei cuando veía nacer de entre tierra fría los primeros brotes del heliocentrismo, lo que sin duda acabaría siendo una de las flores más hermosas de cuantas hemos visto nacer. Hoy no es una flor, sino una gigantesca secuoya. Pero esto es así porque Galileo y algunos coetáneos se afanaron en regar y remover la tierra.
No en vano, la época de Galileo se llama Renacimiento, en rememoración a la primavera que viene a cambiar los aires fríos y áridos del invierno medieval. Empezó a ser concebible que los juguetes que se inventaban, fueran más que juguetes. Así Galileo cogió el último invento de moda para algo más que jugar: un artefacto basado en lentes que ampliaba las cosas —el telescopio— y que hacía que las cosas lejanas parecieran cercanas. Hasta entonces, al telescopio se le concedían usos lúdicos y militares. Pero Galileo lo convirtió en abono.
Pensó que podía usar el telescopio para observar el firmamento de noche. Lo hacía cada noche, de forma continua y sistemática, anotando en sus cuadernos lo que veía trataba de entender como funciona el sistema del mundo de una forma nueva.
Con un telescopio que aumentaba las cosas no más de veinte veces, fue la primera persona que vio y describió las fases de Venus, los cráteres, montañas y mares de la Luna, las manchas solares y, sobre todo los satélites de Júpiter, a quien él mismo denominó “astros medíceos”, en honor a Cosme II de Medici, entonces Gran Duque de la Toscana y exalumno del propio Galileo.
Más allá de la capacidad observadora de Galileo, el mérito principal estribó en tratar de ver que bajo esos débiles brotes verdes, crecía la semilla imponente de un majestuoso árbol. Para que las fases de Venus fueran explicables, el Sol debería estar en el centro y la Tierra girando alrededor de él. La descripción de cadenas montañosas y grandes valles en la Luna cortó de raíz la idea de la perfección esférica que se les suponía a los cuerpos celestes. Al contrario, la Luna, como la Tierra, era escarpada, de superficie irregular, lo que iba totalmente en contra de la teoría aristotélica.
Las manchas solares también era una prueba fundamental, a los ojos de Galileo, de que el mismo Sol, aún estando en el centro, giraba en torno a un eje de rotación, igual que la Tierra. Por último, los astros medíceos, suponen una deliberada violación al universo de Ptolomeo, que propugnaba que todos los cuerpos del universo giraban alrededor de la Tierra. Galileo mostró al mundo de forma clara que cuatro nuevos cuerpos celestes osaban bailar alrededor de Júpiter. Y si esto era así, sería de esperar que hubiera cuerpos celestes orbitando alrededor de otros que no fueran la Tierra.
En definitiva… la Tierra central y estática estaba empezando a ser fuertemente degradada y, si bien los segadores cristianos trataron de arrancar de raíz todos aquellos brotes, cuando renace la primavera, todo florece de golpe, a pesar de prohibiciones, hogueras o arrestos.
Galileo, junto con Copérnico o Kepler, degradaron la Tierra pero cambiaron el mundo. En una de las épocas históricas más primaverales, hicieron renacer la astronomía y, con ello, vehiculizaron el resurgir del pensamiento científico. No en vano, a esta época se la conoce como Renacimiento.

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Esta entrada forma parte de #Polivulgadores de Café Hypatia en su edición de marzo de 2023. En esta ocasión polivulgamos sobre #PVflorecimiento