Forjadora de llaves

Carla sintió el tirón bajo sus pies cuando el ascensor empezó a subir hacia la última planta del edificio de Borroughs-Wellcome, más arriba de los laboratorios se encontraban los departamentos. Un elevador decorado entero en madera la iba acercando por segundos al Departamento de Terapia Experimental. Estaba nerviosa, pero tenía que controlarlo. Iba a ver a una eminencia.

No hay vuelta atrás. Se detuvo frente a una puerta de cristal esmerilado que sólo filtraba la sdfluz del interior y unas letras negras rezaban “Gertrude B. Elion. Jefa de Departamento”. Contuvo la respiración sin ser consciente. La emoción la embriagaba por completo. Toco la puerta con unos golpes llenos de decisión. Deseaba el mismo arrojo que tenía la mujer que trabajaba al otro lado del dintel de aquella puerta.

Una vez dentro, descubrió que todas las referencias que tenía eran ciertas. Gertrude la estaba esperando con la sonrisa que tanto la caracterizaba y unos ojos pequeños y vivaces. Detrás de aquel aspecto campechano, alegre y casi divertido estaba la mujer que nunca se rindió, la que dio al mundo de los enfermos tantas cosas.

La doctora Elion le hizo un breve recorrido por su historia. Le confesó que fue la enfermedad de su abuelo, un cáncer, lo que la inspiró a estudiar química. Le enseñó que durante los años de la guerra, muchos hombres abandonaron sus puestos de trabajo para meterse en las trincheras, y ella pasó a ocupar un puesto de química analítica en el control de calidad de una empresa de mayonesas. Era una oportunidad de trabajo, pero se sentía lejos de su camino. Ahora, cuarenta años más tarde, no podía evitar girar un poco la cabeza y distraer su atención de la doctora Elion para fijarse en aquella medalla dorada que había en una pequeña vitrina de cristal. Increiblemente, Carla estaba sentada delante de un premio Nobel. Fue la misma doctora Elion quien le enseñó que nunca cejara en su objetivo. Si ella lo consiguió, Carla también lo tenía al alcance de la mano.

Gertrude Belle Elion (1918-1999) (time.com)

La vida académica de Gertrude Elion cambió justo antes del final de la guerra. Entrar en el laboratorio de George Hitchings le permitió adentrarse en el mundo que ella ansiaba. Cambió la dirección, abandonó las mayonesas y la farmacología le dio la bienvenida. Se quedaría allí para siempre.

Gertrude Elion aplicó magistralmente su experiencia como química analítica y la puso al servicio de una idea. La idea de las “llaves mágicas” de Paul Erlich era un espaldarazo en la industria farmacéutica. Si era cierto, y la síntesis del ADN dependía de una unión específica entre una molécula (metabolito) y su receptor, ella podía sintetizar otros metabolitos que fueran “defectuosos” (casi idénticos, con ligeras modificaciones) a propósito. Si la teoría de Erlich era cierta. Esos nuevos metabolitos se unirían al receptor, pero al ser defectuosos, no se desencadenaría la síntesis de ADN. Ella fabricaba unas “llaves” que entraban en la “cerradura” pero no abrían la “puerta”. El objetivo era que la cerradura estuviera tapada y la puerta cerrada. Elion y Hitching los llamaban “antimetabolitos”.

Esta fue la idea que tanto éxito le trajo a Gertrude Elion. Si las purinas eran esenciales para que las células pudieran duplicar su ADN y dividirse, ella fabricaba “purinas defectuosas” con la intención de detener la división celular. ¿Podría así encontrar una cura para el mal que le arrebató a su abuelo? Al poco tiempo, una de sus “purinas defectuosas”, la 6-mercaptopurina, cambió el mundo de la Farmacología y la Medicina. El antimetabolito de Gertrude ELion había tenido éxito. Se describieron los primeros casos de leucemias infantiles que remitían. El cáncer, un demonio que no parecía tener puntos débiles, perdía una batalla. Erlich dio la idea, pero Elion fue quien vio la aplicación y concibió el primer quimioterápico. Hoy día, la 6-mercaptopurina se sigue usando en combinación con otros medicamentos para tratar la leucemia linfoblástica. El 80% de los casos tratados remiten. Los antimetabolitos funcionan.

Ese fue el principio, pero Elion no se quedó ahí. Siguió forjando “llaves defectuosas”, cual herrera incansable, que tapaban las cerraduras de puertas que, de abrirse, generaban enfermedades. Al poco tiempo, surgió de sus probetas la pirimetamina, un medicamento eficaz contra la malaria. Trimetoprima y azatioprina también se siguen usando hoy día. Son medicamentos que deprimen el sistema inmunitario, fundamentales para aquellos pacientes que han sometidos a transplantes de órganos en otras personas.

Gertrude B. Elion y George H. Hitchings posando con un modelo de la 6-mercaptopurina (wikipedia. org)

El binomio Elion-Hitchings siguió produciendo fármacos durante más de 20 años. No sólo aportaron fármacos para el tratamiento del cáncer o de enfermedades aprasitarias. El primer fármaco que inhibía a un virus, el Aciclovir, también vio la luz entre sus manos. Incluso, una vez jubilada, Elion siguió en activo, ayudando en la síntesis de un medicamento que inhibía a uno de los grandes enemigos de la década de los 80. La zidovudina, el primer fármaco efectivo contra el virus del SIDA, funcionaba impidiendo que este virus pudiera dividirse y propagarse dentro del organismo. Bendita forja de antimetabolitos.

Por todo ello, Gertrude Elion, recibió en 1988 el Premio Nobel de Fisiología y Medicina por sus descubrimientos de los principios clave sobre el desarrollo y el tratamiento de medicamentos. En apariencia, una mujer de piel fina y pecosa, ojos pequeños y vestida siempre una sonrisa. En realidad, una herrera que forjó medicamentos para el tratamiento específico de enfermedades, ahuyentando los demonios de su época. No sólo ganó el premio Nobel sino que puso a disposición de la humanidad todo un juego de llaves que bloquean las puertas que dejan entrar a las enfermedades.

Gertrude Elion, junto a George H. Hitchings y James W. Black en la ceremonia de los premios Nobel de 1988 (jwa.org)

Carla salió del despacho de la doctora Elion casi más sofocada que cuando entró. Lo había decidido. En su búsqueda de un modelo al que seguir, había encontrado un referente perfecto para ella. Quería ser como Gertrude Elion. Ya tenía un objetivo: Ella sería “forjadora de llaves”.

Esta entrada forma parte de #Polivulgadores de Café Hypatia en su edición de febrero de 2019. En esta ocasión polivulgamos sobre los #PVMujeryCiencia.

Acerca de Miguel Ángel Martín

Amante de la Divulgación Científica en general y de la Biomedicina y la Astronomía en particular. La Ciencia y su divulgación me han atraído desde muy joven. Admiro leer todo lo que cae en mis manos (libros, blogs, artículos,…) y aspiro a aportar mi granito de arena a la causa divulgativa. La Ciencia y los científicos constituyen una auténtica Atlántida, una civilización subterránea llena de tesoros de incalculable valor. La Divulgación y los divulgadores excavan y tratan de aflorar esos tesoros a la superficie para el conocimiento, gozo y disfrute del resto de mortales. Siempre me gusta tener a mano mi pico y mi pala.
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