Insolidaridad

—¡Buffff… estoy harto ya!— protestó Luis.

—Pero… ¿qué te ocurre, tio?— Carlos exclamó un poco sorprendido al no entender nada. Luis se sorprendió de la reacción de su amigo.

Llevaba un rato divagando en sus pensamientos. Quizás será el cambio de tiempo, se dijo observando las nubes grises que se acercaban acechantes por el oeste, amenazando con lluvia. Llevaba días duros en el trabajo y eso también estaba afectándole. ¿Por qué la gente es tan insolidaria? Sea lo que fuere, lo cierto es que estaba enfadado, frustrado e incluso decepcionado con casi todo lo que le rodeaba. Se sentía a punto de estallar y probablemente la detonación ya había comenzado con aquel pensamiento que había conseguido escapar de su cerebro y escabullirse a través de su garganta.

—¡Nada, olvídalo!— Luis trató de dejarlo pasar aunque sabía de sobra que no lo iba a conseguir. No con Carlos. De allí sólo había una salida, y era por la puerta delantera. No existía la opción de la huida. Sabía que él no lo iba a dejar pasar, así que en lugar de esperar la presión de su amigo, decidió andar él solo el camino.

—Bueno… mira… sí…¿Por qué existe la insolidaridad en el mundo?— continuó con una amargura más que evidente. El tono era el de las preguntas retóricas, pues no esperaba que aquello tuviera respuesta. Era simplemente una imperfección monstruosa del mundo en que vivimos. Saltaba de un pensamiento a otro. Todo empezaba por pequeños roces laborales, y de ahí saltaba a los grandes problemas. El reparto desigual de recursos entre continentes, entre paises e incluso entre barrios lo había provocado esa misma insolidaridad patológica y endémica que era parte de la misma humanidad. Una cadena de pensamientos a cada cual más frustrante.

Carlos no sabía que hacer para consolar un poco a su amigo. Justo a tiempo se le ocurrió algo que le habían explicado en clase de química esa misma semana. Suerte que al menos uno de los dos atendía en clase.

¿Sabes un cosa?— comenzó Carlos intentando llamar la atención de Luis— ¿Y si la insolidaridad no fuera tan mala? ¿Y si gracias a ese “defecto” estuviéramos aquí?— Por un momento dudó de si realmente lo estaba haciendo bien o mal cuando vió a Luis que casi echaba espuma por la boca. Con todo ello, decidió continuar.

—Mira Luis, veámoslo desde el siguiente punto de vista.— se le ocurrió que aquello iba a ser divertido —¡Hasta los átomos son insolidarios!

—No tío…. ¡Química ahora no, que te veo venir!— protestó Luis sin llegar a enteder a su amigo. Por si acaso, lo dejó proseguir curioso de ver el cariz que tomaba aquella reflexión que avecinaba Carlos.

—Los átomos son insolidarios por naturaleza, querido amigo. ¿Nunca te has parado a pensar por qué el agua es líquida a temperatura ambiente? Si te fijas, otras moléculas con estructura y peso molecular parecido son gaseosas… ahí tienes por ejemplo al CO2, al O2 o al SO2. Y sin embargo, el famoso H2O es líquido… ¿Por qué?— arrojó la pregunta a su amigo con el objetivo de sacarlo del bucle de pensamientos que lo perturbaba. Luis se sintió examinado

—Emmm… por la insolidaridad de los átomos, según tú, ¿no?

—¡Tú lo has dicho! ¡Los átomos son lo peor!— vió como Luis lo miraba sorprendido y media sonrisa afloraba. Iba por el buen camino así que continuó. —El agua es líquida porque los átomos nunca se conforman con lo que tienen. Siempre quieren más. Lo quieren todo para ellos. Avaricia pura y dura. A ellos el dinero les da igual, pero matan por los electrones. ¡Menudos son…!

—¡Al grano, Carlos!— Luis sabía que a su amigo a veces le gustaba recrearse de más y ya sentía atraído por la historia, así que decidió darle un pequeño empujón.

—¿Te acuerdas de aquello de los enlaces covalentes? Átomos que hacían alianzas compartiendo parejas de electrones… Se unían fuertemente para que cada uno tuviera un beneficio. Ambos prestaban y ganaban un electrón y todos contentos…Pues no es esa toda la historia. Al final ocurre que aquellos átomos que son más grandes no siempre están en el centro de los dos átomos. El átomo más grande intenta apoderarse de esa pareja de electrones a costa del pobre átomo pequeño. En el caso del agua, el oxígeno comparte una pareja de electrones con cada átomo de hidrógeno. Pero la realidad es que el oxígeno intenta apoderarse de esas dos parejas de electrones. ¿Por qué compartir cuatro, si puedes tener cuatro sólo para ti?— Carlos le devolvió la pregunta retórica.

—Y… ¿qué tiene que ver eso con el agua líquida?— pensaba que tampoco se podría fiar ya de los átomos, y casi tampoco de los químicos.

—Pues… que si el oxígeno se acerca a sí mismo esas dos parejas de electrones, y las aleja de los dos hidrógenos, en la molécula de agua se establece un polo de oxígeno con más carga negativa y un polo positivo de los pobres hidrógenos que se quedan con sus electrones más alejados por la avaricia electrónica del oxígeno. La insolidaridad forma dipolos. De manera que el polo positivo de una molécula de agua tenderá a unirse al polo negativo de otra molécula de agua distinta, tratando de saciar su sed de electrones. De esta forma, las moléculas de agua no están cada una a su aire, sino que se unen formando pequeños grupos a través de puentes de hidrógeno… El resultado no es una molécula de 3 átomos sino de algunos más. Por eso no es gaseosa, sino líquida a temperatura ambiente. Por culpa de un oxígeno opresor que quiere todos los electrones para él.

—¿Me estás diciendo que el agua es una molécula con un alto grado de avaricia y que por eso es líquida?— se le derrumbaba el mito de pensar en el agua como la molécula más pura que podría existir. Empezaba a verla con otros ojos.

—¡No sólo eso!— Carlos quería llegar más allá. —La Tierra está llena de agua, y el agua está llena de vida. La vida nació del agua. Y ¿qué buscamos en otros planetas cuando queremos buscar vida?

—¡Agua…. Agua líquida!— exclamó Luis finalmente. Carlos tenía razón.

—¡Bingo! Buscamos una molécula especialmente avariciosa e insolidaria. Con átomos en pugna constante por hacerse con electrones, por quitárselos a su vecino. Y a mayor desigualdad enter átomos, más insolidaridad. Y gracias a todo ello, probablemente, estemos aquí.

—¿Eso significa que la insolidaridad es buena?— Luis quedó un poco preocupado.

—No. Eso significa que hasta de las cosas negativas se pueden sacar reflexiones positivas. Significa que no existen los blancos y los negros, que todo son grises. Y… en definitiva, significa que tienes que empezar a atender en clase de Química si no quieres suspender el trimestre— dijo pasándole el hombro por encima a su hermano, tratando de compartir la reflexión con Luis, casi como si se tratara de uno de esos mágicos puentes de hidrógeno.

Esta entrada forma parte de #Polivulgadores de Café Hypatia en su edición de septiembrede 2019. En esta ocasión polivulgamos sobre los #PVagua.

Acerca de Miguel Ángel Martín

Amante de la Divulgación Científica en general y de la Biomedicina y la Astronomía en particular. La Ciencia y su divulgación me han atraído desde muy joven. Admiro leer todo lo que cae en mis manos (libros, blogs, artículos,…) y aspiro a aportar mi granito de arena a la causa divulgativa. La Ciencia y los científicos constituyen una auténtica Atlántida, una civilización subterránea llena de tesoros de incalculable valor. La Divulgación y los divulgadores excavan y tratan de aflorar esos tesoros a la superficie para el conocimiento, gozo y disfrute del resto de mortales. Siempre me gusta tener a mano mi pico y mi pala.
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